Es habitual que las personas introvertidas tarden más tiempo en generar confianza en los demás, a mostrarse menos expresivas, e incluso, algo retraídas, lo que en ocasiones hace que se las califique de tímidas. Las personas de su entorno tienden a alentarles, de forma insistente, a que hablen y se comuniquen con naturalidad para generar confianza. Sin embargo, esta actitud tan generalizada, lejos de beneficiar al interlocutor más retraído, provoca que se sienta aún peor porque se le está pidiendo que se muestre como no es en lugar de darle tiempo para ganar confianza, sin prisas ni obligaciones. De esta manera consigue encontrarse cómodo sin ser protagonista, al mismo tiempo que disfruta, de una manera más pausada, de la compañía de amigos y familiares. Aunque introversión y timidez se utilizan indistintamente para referirse a una misma persona no son lo mismo. La timidez implica cierta dificultad para relacionarse con los demás. A una persona tímida le gustaría disfrutar de forma activa de la interacción con otros individuos pero no puede hacerlo por el miedo que siente ante los demás, en particular, ante los desconocidos. Sus inhibiciones sociales le provocan ansiedad y si estos temores se agravan puede llegar a sufrir cuadros de ansiedad social o fobia social. Este tipo de trastornos suelen provocar comportamientos extraños que se traducen, sobre todo, en evitar la interacción social de forma deliberada. Cuando la timidez se convierte en un problema de ansiedad ante determinadas situaciones que exigen un comportamiento social extrovertido se puede generar un comportamiento en el que el afectado rehuya cualquier tipo de contacto personal e íntimo con los demás. Por norma general, se trata de personas que sufren ansiedad elevada y con dificultades para afrontar sus miedos, por lo que no acuden a ningún especialista para que les ayude, ya que perciben la interacción con el terapeuta como amenazante. La timidez extrema que acompaña a la ansiedad social puede generar un problema de aislamiento. Estas personas buscarán contextos en los que no sea obligatorio relacionarse, para lo que evitarán todo tipo de contacto social. Una "conducta evitativa" que merma las posibilidades de llevar una vida normal, ya que la especie humana es social y es casi imposible sobrevivir sin relacionarse. Aunque pocas veces el miedo a la relación social conlleva un aislamiento casi total, pueden darse casos de gravedad que inhabiliten a la persona, no sólo en un sentido social, sino también personal por el malestar generado. Son individuos conscientes de lo que les ocurre, pero que se sienten incapaces de superar esta situación, por lo que buscan el aislamiento constante. Una práctica que les hace sufrir como consecuencia del miedo que sienten al exponerse a los demás Las personas que sufren este tipo de aislamiento social pueden rebajar el grado de timidez extremo y aumentar su capacidad para convivir en sociedad. Para ello se recomienda acudir a un especialista que proporcione un ambiente cálido e íntimo en el que sentirse cómodo. Por otro lado, el uso de las nuevas tecnologías puede ser un primer paso para iniciar una interacción social de forma indirecta. Sin embargo, sólo debe recurrirse a esta opción como una vía más para socializarse y no como la única.
FUENTE: http://www.diariosalud.net/content/view/14655/413/
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